Cuanto más vinculados a las
emociones, especialmente cuando estas están arraigadas en los instintos, más
humanos somos.
Los instintos nos proveen una
conexión directa con la sabiduría de la vida en sí, la sabiduría del todo, de
la unidad. En lo instintivo no hay dualidad, es un fluido navegar de emociones
y acciones. El instinto no juzga, no duda, en cada momento él es, y sus
acciones surgen solo desde ese presente eterno, y no desde lo aprehendido en el
pasado, o lo imaginado sobre el futuro.
Sintonizarse con las
emociones, requiere el paso previo de sintonizar las mismas con los instintos,
y probablemente el mejor modo de discernir sobre si hay sintonía entre los
instintos y las emociones, es recordar que los primeros tienen como fin
principal, el fluir para preservar la vida, por esto encontraremos que hay
falta de sintonía o disociación, cuando las emociones nos bloqueen o paralicen,
o nos lleven a situaciones perjudiciales o autodestructivas.
Una vez que instintos y
emociones están sintonizados, podremos vincularnos a nuestras emociones,
podremos empezar a vivir acorde a ellas, y funcionar en el mundo en sintonía
con ellas.
Esto requiere de una inusitada
sinceridad, requiere abrirse totalmente a lo que uno es, liberarse
profundamente de mandatos y creencias limitantes, uno en cada momento es lo que
es, sin que exista un juicio sobre cómo se es, y principalmente sin que exista
represión de la expresión de lo que en ese momento se es. Requiere claramente también
de un inmenso coraje, es un continuo tirarse al vacío de sentir y actuar.
Recién en ese estado, de total
sinceridad y coraje, de total sintonía entre instintos, emociones y acciones,
recién allí, habremos trascendido el ego y estaremos siendo totalmente humanos.
Allí el camino habrá empezado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario