jueves, 19 de mayo de 2016

El Andar

Nuestro pasaje por lo que llamamos vida se puede ver como un andar. Idealmente un andar sin prisas y sin pausas, un andar con un propósito general, aunque sin mucha definición en sus objetivos, un andar con apenas una noción de dirección, una dirección amplia, que nos impulse a movernos y a la vez no nos limite en recorridos previamente conocidos. Un Andar en calma y con energía, alegre y atento, abierto a cambios en el rumbo. Un andar donde cada paso esté pleno de sentido.

En ese andar, no existe el camino, a cada momento, no hay un sendero a recorrer frente a nosotros, ni existe un lugar adonde llegar, y menos aún un momento para alcanzarlo.

El miedo nos hace creer en la existencia de caminos, y la ansiedad nos hace recorrerlos en busca de alcanzar objetivos, y en lo posible hacerlo en determinado tiempo. El miedo tiene sus raíces en el rígido pasado, y la ansiedad en el inexistente futuro. El coraje está en enraizar nuestra acción, tan solo, en el constante fluir del presente, en cada situación que se vive en cada instante, y desde ese caos, terrible y fascinante, desde allí funcionar.

Ese andar, sin senderos, altamente impredecible, nos llevará por distintas situaciones, las cuales, si las vemos desde un ser lleno de aceptación, no podremos juzgarlas. Podrían verse desde la dualidad, algunas como placenteras, otras como dolorosas, en cambio, las veremos solo como situaciones que se presentan. Tendremos la apertura de recibir cada situación tal como viene, y seremos receptivos a cada particularidad de la misma, cada detalle, cada novedad que la misma traiga. Desde ese sentir totalmente cada situación, desde la sabiduría que ella nos provea, desde allí, construiremos nuestro accionar. Sin evadir, negar, o minimizar ninguna situación, aceptándola completamente como faro en nuestro andar.


Finalmente, el andar de esa manera, conectados plenamente con el presente, unidos completamente a la situación que se está viviendo, provoca en nosotros un elevado estado de alegría. Estamos envueltos por completo por lo que reciben nuestros sentidos, y moviéndonos de acuerdo a ello. Estamos inmersos en la acción, la acción con pleno sentido, estamos viviendo, y no pensando cómo vivir, estamos haciendo y no planificando que hacer, estamos siendo a cada momento y no juzgando los momentos. Estamos siendo leves, flotamos sobre problemas y victorias, ni uno ni el otro nos afecta, y queda en nosotros ese estado constante de calma alegría.

lunes, 16 de mayo de 2016

Plenitud

La plenitud se da cuando uno es el máximo, en el nivel de potencial en el que esta, esto es, aceptando los límites propios de cada momento, llevar la propia existencia a alcanzar ese límite.

Visualizándonos como un vaso, o cualquier recipiente, lo importante, en cada momento, no es el tamaño del recipiente, este puede ser enorme o muy pequeño, lo que es relevante para nuestra existencia en el momento presente, es cuan lleno el recipiente esté, pues es en lo único en que podemos actuar directamente, en incrementar su contenido, esto es enfocarnos en llenar el recipiente, no en maldecir o cuestionar sus límites.

En esta visualización, naturalmente la plenitud se da justamente cuando ese recipiente que somos, independientemente del tamaño del mismo, está completamente lleno, rebosante, derramando su contenido por exceso del mismo. En este estado de plenitud, se experimenta, además de una inmensa sensación de bienestar, un desborde de amor, el ser en ese estado irradia amor a su entorno, el cual es claramente percibido por sus pares, los cuales lo ven con una luz especial, propia de ese estado, y a su vez, el ser en estado de plenitud, amplía su existencia, se expande el recipiente de la metáfora planteada, posibilitándole al ser pleno, el acceso a un nivel de existencia mayor, y posteriormente a una plenitud aún más elevada.

Manteniéndonos, o al menos procurando estar el mayor tiempo posible, en ese estado de plenitud, con el recipiente lleno y desbordando amor, nos montamos en una espiral evolutiva, que nos lleva a ir creciendo, nos va eliminando límites que existían previamente, nos permite mayor amplitud de acción, en definitiva, nuestro recipiente se vuelve cada vez mayor, y el estado de nuestra plenitud es cada vez más alto.


domingo, 15 de mayo de 2016

Instintos, emociones, y ser totalmente humano

Cuanto más vinculados a las emociones, especialmente cuando estas están arraigadas en los instintos, más humanos somos.

Los instintos nos proveen una conexión directa con la sabiduría de la vida en sí, la sabiduría del todo, de la unidad. En lo instintivo no hay dualidad, es un fluido navegar de emociones y acciones. El instinto no juzga, no duda, en cada momento él es, y sus acciones surgen solo desde ese presente eterno, y no desde lo aprehendido en el pasado, o lo imaginado sobre el futuro.

Sintonizarse con las emociones, requiere el paso previo de sintonizar las mismas con los instintos, y probablemente el mejor modo de discernir sobre si hay sintonía entre los instintos y las emociones, es recordar que los primeros tienen como fin principal, el fluir para preservar la vida, por esto encontraremos que hay falta de sintonía o disociación, cuando las emociones nos bloqueen o paralicen, o nos lleven a situaciones perjudiciales o autodestructivas.

Una vez que instintos y emociones están sintonizados, podremos vincularnos a nuestras emociones, podremos empezar a vivir acorde a ellas, y funcionar en el mundo en sintonía con ellas.

Esto requiere de una inusitada sinceridad, requiere abrirse totalmente a lo que uno es, liberarse profundamente de mandatos y creencias limitantes, uno en cada momento es lo que es, sin que exista un juicio sobre cómo se es, y principalmente sin que exista represión de la expresión de lo que en ese momento se es. Requiere claramente también de un inmenso coraje, es un continuo tirarse al vacío de sentir y actuar.

Recién en ese estado, de total sinceridad y coraje, de total sintonía entre instintos, emociones y acciones, recién allí, habremos trascendido el ego y estaremos siendo totalmente humanos.

Allí el camino habrá empezado.


sábado, 14 de mayo de 2016

Universo, percepción, vida y muerte

El universo no es concreto, es una danza de energía, percibida por un sistema nervioso. El universo es lo que percibimos.

A medida que vamos liberándonos de la forma, del cuerpo, del juicio, cada vez que vamos dejando la dualidad, los límites, los elementos que distinguen y separan las cosas entre sí, y a nosotros de ellas, vamos sintiendo esa música, vamos danzando esa energía, vamos conectándonos con esa trama total, que es la vida.

Según nuestro nivel de percepción, observaremos nuestro yo, de manera de identificarnos a cierta porción del universo. Esta porción puede empezar naturalmente en nuestro cuerpo, quizás aún más particularmente, tan solo en nuestro sistema nervioso, y puede expandirse a un par, otro ser con el cual nos sentimos fusionados, expandirse aún más a cierto grupo de compañeros, y seguir así integrándonos con todos los seres vivos, y finalmente con el universo entero, suponiendo que este, siendo infinito, es el límite mayor, y si no lo es, seguiremos ampliando nuestro yo, a estados aún mayores.

Análogamente, este proceso expansivo, se puede describir, cambiando la percepción, desde nuestro ser, a cualquier otro elemento del universo.
Nuestra percepción inicial puede ser la de un pétalo de rosa, en ella, nuestra vida dura unos pocos días, crecemos, tomamos cierto color, llegamos a nuestro esplendor, y empezamos a decaer, hasta que morimos. Quizás algunos de estos pétalos, en una tarde de profunda conexión, experimenten ser más que un pétalo, y sientan ser la rosa, expandan su yo desde el pétalo a la rosa, y allí conciban la idea de que lo que consideraban la muerte, es tan solo la caída de un pétalo, de los tantos que tiene la rosa. Su vida ahora es algo mayor, quizás unas semanas, donde la rosa también va creciendo, se va llenando de pétalos, los cuales irán luego cayendo, nacerán y morirán pétalos por un tiempo, con el correr de los días, cada vez caerán más pétalos de los que nacen, la rosa irá marchitándose, hasta eventualmente morir. De la misma forma, algunas rosas aumentarán aún más su percepción del yo, y se identificarán con el rosal, y comprenderán que numerosas rosas comprenden su ser, entenderán de estaciones, de danzas más complejas, con tiempos más extensos, con diversas figuras y pasos, aprenderán de raíces, de hojas, de flores, de semillas, y de cuando, donde, y como efectuar cada paso de baile. Serán el rosal, y aun así cumplirán un rito similar al pétalo y la rosa, también su paso por la vida será limitado en el tiempo, será más complejo, dependerá de la lluvia o el riego, del sol, y de un sinnúmero de variables de su entorno cercano, que marcarán que su vida se extienda por más o menos años, que pueda cubrir más o menos superficie, que genere rosas de cierto color o de otro, más grandes o más pequeñas, hasta que en algún momento se configure un conjunto de variables que le impida continuar su existencia, y así, como rosal, morirá. Aunque, de igual manera al pétalo y la rosa, el rosal puede alcanzar a percibirse como ese yo mayor, compuesto por la tierra donde el rosal se arraiga, el agua y la luz con las cuales se nutre, los insectos que polinizan sus flores, el ambiente todo que lo rodea y con el cual interactúa. Al percibirse de esta manera, como el jardín entero, con toda su diversidad, su complejidad, con todas sus interrelaciones, el pétalo – rosa – rosal – jardín, ya habrá recorrido un largo camino de expansión de su yo, tanto en lo espacial como en lo temporal, pasando de centímetros a hectáreas, de días a siglos, de unidades aparentemente más simples a otras más complejas, y con ese camino andado, poco le faltará al pétalo – rosa – rosal - jardín en percibirse universo, sentir la unidad total, experimentar la sutil conexión que existe en él con el todo.

Como corolario a esta reflexión, puede agregarse la visión de la muerte siendo simplemente un error de percepción. En cada paso de la expansión de la percepción del yo, la muerte propia de la etapa previa, es tan solo una transformación de relativo interés en la siguiente. La caída de un pétalo, no es una transformación traumática para la flor, como tampoco lo es el marchitarse de esta para el rosal, ni la muerte de este para el jardín. El concepto de muerte, es un error propio de la percepción dual, el cual, una vez que el yo se expandió hasta el infinito, el mismo deja de existir, pues solo existen transformaciones en la trama de la vida.

La vida no puede dejar de existir, no nace ni muere, al igual que la energía, tan solo se transforma.



Donaciones

Imagina un mundo en el cual todos regalemos lo mejor que hacemos, y todos hagamos lo que más nos gusta hacer.

Luego, no solo imagínalo, sino que también, vive en él. Yo ya estoy allí, acompáñame.

Un abrazo,
Diego

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Diego