El universo no es concreto, es
una danza de energía, percibida por un sistema nervioso. El universo es lo que
percibimos.
A medida que vamos liberándonos
de la forma, del cuerpo, del juicio, cada vez que vamos dejando la dualidad,
los límites, los elementos que distinguen y separan las cosas entre sí, y a
nosotros de ellas, vamos sintiendo esa música, vamos danzando esa energía,
vamos conectándonos con esa trama total, que es la vida.
Según nuestro nivel de
percepción, observaremos nuestro yo, de manera de identificarnos a cierta
porción del universo. Esta porción puede empezar naturalmente en nuestro
cuerpo, quizás aún más particularmente, tan solo en nuestro sistema nervioso, y
puede expandirse a un par, otro ser con el cual nos sentimos fusionados,
expandirse aún más a cierto grupo de compañeros, y seguir así integrándonos con
todos los seres vivos, y finalmente con el universo entero, suponiendo que
este, siendo infinito, es el límite mayor, y si no lo es, seguiremos ampliando
nuestro yo, a estados aún mayores.
Análogamente, este proceso
expansivo, se puede describir, cambiando la percepción, desde nuestro ser, a
cualquier otro elemento del universo.
Nuestra percepción inicial puede
ser la de un pétalo de rosa, en ella, nuestra vida dura unos pocos días,
crecemos, tomamos cierto color, llegamos a nuestro esplendor, y empezamos a
decaer, hasta que morimos. Quizás algunos de estos pétalos, en una tarde de
profunda conexión, experimenten ser más que un pétalo, y sientan ser la rosa,
expandan su yo desde el pétalo a la rosa, y allí conciban la idea de que lo que
consideraban la muerte, es tan solo la caída de un pétalo, de los tantos que
tiene la rosa. Su vida ahora es algo mayor, quizás unas semanas, donde la rosa
también va creciendo, se va llenando de pétalos, los cuales irán luego cayendo,
nacerán y morirán pétalos por un tiempo, con el correr de los días, cada vez
caerán más pétalos de los que nacen, la rosa irá marchitándose, hasta
eventualmente morir. De la misma forma, algunas rosas aumentarán aún más su
percepción del yo, y se identificarán con el rosal, y comprenderán que
numerosas rosas comprenden su ser, entenderán de estaciones, de danzas más
complejas, con tiempos más extensos, con diversas figuras y pasos, aprenderán
de raíces, de hojas, de flores, de semillas, y de cuando, donde, y como
efectuar cada paso de baile. Serán el rosal, y aun así cumplirán un rito
similar al pétalo y la rosa, también su paso por la vida será limitado en el
tiempo, será más complejo, dependerá de la lluvia o el riego, del sol, y de un
sinnúmero de variables de su entorno cercano, que marcarán que su vida se
extienda por más o menos años, que pueda cubrir más o menos superficie, que
genere rosas de cierto color o de otro, más grandes o más pequeñas, hasta que
en algún momento se configure un conjunto de variables que le impida continuar
su existencia, y así, como rosal, morirá. Aunque, de igual manera al pétalo y
la rosa, el rosal puede alcanzar a percibirse como ese yo mayor, compuesto por
la tierra donde el rosal se arraiga, el agua y la luz con las cuales se nutre,
los insectos que polinizan sus flores, el ambiente todo que lo rodea y con el
cual interactúa. Al percibirse de esta manera, como el jardín entero, con toda
su diversidad, su complejidad, con todas sus interrelaciones, el pétalo – rosa
– rosal – jardín, ya habrá recorrido un largo camino de expansión de su yo,
tanto en lo espacial como en lo temporal, pasando de centímetros a hectáreas,
de días a siglos, de unidades aparentemente más simples a otras más complejas,
y con ese camino andado, poco le faltará al pétalo – rosa – rosal - jardín en
percibirse universo, sentir la unidad total, experimentar la sutil conexión que
existe en él con el todo.
Como corolario a esta reflexión,
puede agregarse la visión de la muerte siendo simplemente un error de
percepción. En cada paso de la expansión de la percepción del yo, la muerte
propia de la etapa previa, es tan solo una transformación de relativo interés
en la siguiente. La caída de un pétalo, no es una transformación traumática
para la flor, como tampoco lo es el marchitarse de esta para el rosal, ni la
muerte de este para el jardín. El concepto de muerte, es un error propio de la
percepción dual, el cual, una vez que el yo se expandió hasta el infinito, el
mismo deja de existir, pues solo existen transformaciones en la trama de la
vida.
La vida no puede dejar de
existir, no nace ni muere, al igual que la energía, tan solo se transforma.
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