sábado, 14 de mayo de 2016

Universo, percepción, vida y muerte

El universo no es concreto, es una danza de energía, percibida por un sistema nervioso. El universo es lo que percibimos.

A medida que vamos liberándonos de la forma, del cuerpo, del juicio, cada vez que vamos dejando la dualidad, los límites, los elementos que distinguen y separan las cosas entre sí, y a nosotros de ellas, vamos sintiendo esa música, vamos danzando esa energía, vamos conectándonos con esa trama total, que es la vida.

Según nuestro nivel de percepción, observaremos nuestro yo, de manera de identificarnos a cierta porción del universo. Esta porción puede empezar naturalmente en nuestro cuerpo, quizás aún más particularmente, tan solo en nuestro sistema nervioso, y puede expandirse a un par, otro ser con el cual nos sentimos fusionados, expandirse aún más a cierto grupo de compañeros, y seguir así integrándonos con todos los seres vivos, y finalmente con el universo entero, suponiendo que este, siendo infinito, es el límite mayor, y si no lo es, seguiremos ampliando nuestro yo, a estados aún mayores.

Análogamente, este proceso expansivo, se puede describir, cambiando la percepción, desde nuestro ser, a cualquier otro elemento del universo.
Nuestra percepción inicial puede ser la de un pétalo de rosa, en ella, nuestra vida dura unos pocos días, crecemos, tomamos cierto color, llegamos a nuestro esplendor, y empezamos a decaer, hasta que morimos. Quizás algunos de estos pétalos, en una tarde de profunda conexión, experimenten ser más que un pétalo, y sientan ser la rosa, expandan su yo desde el pétalo a la rosa, y allí conciban la idea de que lo que consideraban la muerte, es tan solo la caída de un pétalo, de los tantos que tiene la rosa. Su vida ahora es algo mayor, quizás unas semanas, donde la rosa también va creciendo, se va llenando de pétalos, los cuales irán luego cayendo, nacerán y morirán pétalos por un tiempo, con el correr de los días, cada vez caerán más pétalos de los que nacen, la rosa irá marchitándose, hasta eventualmente morir. De la misma forma, algunas rosas aumentarán aún más su percepción del yo, y se identificarán con el rosal, y comprenderán que numerosas rosas comprenden su ser, entenderán de estaciones, de danzas más complejas, con tiempos más extensos, con diversas figuras y pasos, aprenderán de raíces, de hojas, de flores, de semillas, y de cuando, donde, y como efectuar cada paso de baile. Serán el rosal, y aun así cumplirán un rito similar al pétalo y la rosa, también su paso por la vida será limitado en el tiempo, será más complejo, dependerá de la lluvia o el riego, del sol, y de un sinnúmero de variables de su entorno cercano, que marcarán que su vida se extienda por más o menos años, que pueda cubrir más o menos superficie, que genere rosas de cierto color o de otro, más grandes o más pequeñas, hasta que en algún momento se configure un conjunto de variables que le impida continuar su existencia, y así, como rosal, morirá. Aunque, de igual manera al pétalo y la rosa, el rosal puede alcanzar a percibirse como ese yo mayor, compuesto por la tierra donde el rosal se arraiga, el agua y la luz con las cuales se nutre, los insectos que polinizan sus flores, el ambiente todo que lo rodea y con el cual interactúa. Al percibirse de esta manera, como el jardín entero, con toda su diversidad, su complejidad, con todas sus interrelaciones, el pétalo – rosa – rosal – jardín, ya habrá recorrido un largo camino de expansión de su yo, tanto en lo espacial como en lo temporal, pasando de centímetros a hectáreas, de días a siglos, de unidades aparentemente más simples a otras más complejas, y con ese camino andado, poco le faltará al pétalo – rosa – rosal - jardín en percibirse universo, sentir la unidad total, experimentar la sutil conexión que existe en él con el todo.

Como corolario a esta reflexión, puede agregarse la visión de la muerte siendo simplemente un error de percepción. En cada paso de la expansión de la percepción del yo, la muerte propia de la etapa previa, es tan solo una transformación de relativo interés en la siguiente. La caída de un pétalo, no es una transformación traumática para la flor, como tampoco lo es el marchitarse de esta para el rosal, ni la muerte de este para el jardín. El concepto de muerte, es un error propio de la percepción dual, el cual, una vez que el yo se expandió hasta el infinito, el mismo deja de existir, pues solo existen transformaciones en la trama de la vida.

La vida no puede dejar de existir, no nace ni muere, al igual que la energía, tan solo se transforma.



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