viernes, 11 de marzo de 2011

El azar

Unos días atrás, un negro cascarudo surcaba tembloroso su caótico camino hacia, quién sabe, hacia adelante, corría impetuoso, danzante. Una rueda, un auto, dos toneladas sobre él. Nunca supo que pasó, nunca sabremos donde fue.

Hace millones de años, hermosos, majestuosos, gigantescos seres, poblaban cada rincón de nuestra hermosa tierra, el más variado y fantástico jardín de reptiles protagonizaban sus peculiares dramas de sangre, lucha, ingesta, y reproducción. Un asteroide, el frío azar del cosmos, una dantesca explosión, una eterna noche, un hábitat que repentinamente se torna mortalmente hostil. Nunca supieron que pasó, nunca sabremos donde fueron.

Recién, miles de familias, el mar como paisaje, la bahía como descanso visual diario al duro trajín cotidiano. Un temblor, salvaje temblor, el placentero cuadro que embellecía el horizonte se retuerce, se oscurece, se eleva como negra muralla, de la que ahora ya son parte. Nunca supieron que pasó, nunca sabremos donde fueron.

El aire cálido del balcón, las nubes dibujando efímeras obras en el cielo, lejanos pájaros en la honda altura pasean por el firmamento, la luna, delgada, apenas visible en la claridad del día, se sonroja al ser descubierta, el mar, calmo, se entinta alternadamente de diversos colores, al son de las luces y sombras que lo impactan. No supimos que pasó, yo sigo escribiendo y tú sigues leyendo, nunca sabremos hacia donde, seguimos yendo.



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Diego

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Diego