Existe un salto al vacío que muy pocos han dado, un salto total al presente, un simultáneo olvidar por completo el futuro y un dejar de esperar por revivir el pasado, un soltarse de todo, un caminar sin rumbo por siempre, no un paseo, no un recreo, no un retiro, por siempre, desde un comienzo ya olvidado, y hasta un futuro inimaginable, hasta que nos encuentre la muerte, y luego también.
¿Podemos llamar vivir a algo distinto a eso?
Podemos estar más cerca, podemos estar más lejos, aunque siempre sin estar ahí.
Sin el gran salto, nunca habremos tenido el coraje de vivir, ni la valentía de nacer.
Y así pasaremos por la existencia, como recorriendo un museo, veremos a la vida dentro de una vitrina, con algo de suerte nos acercaremos a ella, quizás en algunos casos la toquemos, en contadas ocasiones nos quedaremos un tiempo a su lado, hasta que algo nos tironee, nos arranque de allí, responsabilidades, ansiedades, políticas, leyes, miedos, cobardía, y más tarde o más temprano, estaremos fuera, el museo habrá cerrado, y volveremos a ser tristes engranajes de una maquinaria que no comprendemos.
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