sábado, 8 de enero de 2011

Decisión involuntaria

Estoy en uno de esos momentos en los cuales no me surge la voluntad de hacer algo, no por rechazo a hacer, sino simplemente porque no surge la voluntad de hacer algo en particular.

Racionalmente exploro mis posibilidades. El día llama a salir, está soleado, algo fresco quizás, aunque no deja de estar agradable, podría salir, podría leer en la rambla, en un banco en la rambla, en el auto estacionando en la rambla, en el parador, aunque ahora no, en un par de horas cuando abran, también podría leer aquí, estoy en un lugar agradable y no necesito movilizarme, en definitiva no gano mucho en ir a la rambla, el paisaje es algo mejor, uno puede distraerse observando a la gente, sus gestos, su belleza, sus particularidades, a veces leer es solo una excusa para estar ahí contemplando, quizás la lectura solo esté para llenar momentos poco interesantes de ese contemplar, lo cual cuestiona si el contemplar es la distracción de la lectura, o a la inversa, la lectura lo es del contemplar, y cuestiona también, si es sano buscar insertarme en esas situaciones disociantes, en vez de secuencializar las acciones, y leer de forma total en un momento y contemplar de forma total en otro.

No hay respuesta a esto, como no hubo respuesta a los cuestionamientos anteriores, aunque en este caso experimentalmente no hay respuesta válida ya que he probado los tres casos, he salido a leer en la rambla, he leído en casa sin distracciones, y he ido a la rambla solo a contemplar la misma, ninguna es mejor que la otra, todas funcionan bien en algunas ocasiones, y todas también fracasan en otras, y especialmente fracasan en momentos como este, en el cual no surge la voluntad de ninguna de ellas.

Por ese motivo estoy escribiendo, y ahora me cuestiono si tiene sentido que siga escribiendo, si no estaré perdiendo el tiempo, dado que tampoco me surgió naturalmente la voluntad de escribir, solo probé hacerlo buscando que me sacase de este estado, y no lo hizo.

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Luego, no solo imagínalo, sino que también, vive en él. Yo ya estoy allí, acompáñame.

Un abrazo,
Diego

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Diego