domingo, 16 de enero de 2011

El afecto

Tengo la percepción que el ser humano actual, el hombre civilizado de nuestra era, en ese proceso de civilización, lamentablemente, perdió el arte de dar afecto, aunque, afortunadamente, aún no perdió la voluntad de darlo, lo que nos lleva a afirmar que nuestro estado, aun siendo grave, es reversible.

Esta percepción surge de contemplar a grupos de personas a las cuales las une algún tipo de vínculo, familias, parejas, amigos, compañeros de trabajo, cualquier grupo, grupos en los cuales sea claro que hay alguna forma de afecto entre sus integrantes, y observarlos en sus momentos de distensión, de juego, de compañerismo. Es realmente sorprendente lo que se encuentra allí.

En esos momentos, rara vez se encuentra un abrazo o un beso, y si aparecen, en su mayoría lo hacen las versiones protocolares de ellos, abrazos o besos fríos, maquinales, carentes de sus ejecutantes, menos aún se encontrará allí la caricia, probablemente la forma mejor lograda de mostrar afecto en la evolución natural, queda vetada por nefastos mandatos culturales, y también, aunque parezca absurdo, la mirada escasea, y el verdadero diálogo también.

Estamos insertos en una sociedad que, una a una, desactivó las formas de dar afecto, algunas directamente las erradicó, otras las limitó a momentos tan precisos, que las redujo a torpes manifestaciones de ellas, debido a una lógica falta de experiencia, y a las restantes las vació de contenido, las dejó existir aunque ya sin residir el afecto en ellas.

La sociedad desactivó las formas, pues en las formas esta su poder, no lo está en la esencia, no lo está en la fuente, lo aún no formado es intocable, imperturbable, y de allí fluye el amor, surge el afecto.

Todo lo que surge de allí, no puede frenarse, surge imparable, aunque si es posible transformarlo, ese afecto que surge fuerte desde la esencia del ser humano, al no encontrar su forma natural de manifestarse, es transformado, es transformado en acciones que seguramente se vean opuestas a él, aunque sigue estando ahí, imperturbable, y la muestra de que sigue estando allí es que gracias a alguna sabiduría desconocida, el otro percibe, quizás hasta sin darse cuenta concientemente, ese afecto tan ridículamente disfrazado.

Dada esa formidable adaptabilidad del afecto, y debido a la nefasta represión de las muestras naturales de afecto, que la sociedad cultivó en nosotros por milenios, actualmente la forma más común de mostrar afecto es a través de molestar al otro. Parece ridículo, en extremo tonto, aunque es fácilmente comprobable tristemente.

Para confirmarlo basta observar como se desarrollan las reuniones de amigos, como se efectúa un cortejo, el constante histeriqueo en los integrantes de una pareja, y hasta en los juegos que se realizan en una vinculación padres-hijos. En todos estos casos se encuentran en su mayoría acciones que implican molestar al otro dentro de ciertos límites. La acción debe perturbarlo de alguna manera de forma que reaccione, aunque sin que la misma rompa el vínculo. De esa forma mantienen entre ambos, la atención, la cual es la más mísera representación del afecto.

El llamado es a usar todo ese potencial dormido por milenios, a volver a cultivar el arte de mostrar afecto, a no contentarnos con que detrás de una conducta hostil se esconde el afecto, a liberarnos de las cadenas desnaturalizadoras de la civilización.

El llamado es a volver a mirar, a volver a dialogar, a volver a abrazar, a besar, a acariciar, y especialmente, a realizar todas estas naturales manifestaciones de afecto, con nuestro ser, plenamente, totalmente, y concientemente, inmerso en ellas.


No hay comentarios:

Donaciones

Imagina un mundo en el cual todos regalemos lo mejor que hacemos, y todos hagamos lo que más nos gusta hacer.

Luego, no solo imagínalo, sino que también, vive en él. Yo ya estoy allí, acompáñame.

Un abrazo,
Diego

Compartir

En caso de querer compartir este artículo en otro lugar, les agradezco se comuniquen conmigo agregando un comentario en el artículo (click en "comentarios" debajo del texto) . Los comentarios son moderados por lo que no duden en colocar su dirección de e-mail en ellos.

Un abrazo,
Diego