El encuentro dejó de serlo para volverse agenda. Ahora, se requiere de organización, mensajes, respuestas, negociaciones, y por último agenda a futuro.
El disparador, la emoción surgida por él, va perdiendo fuerza en uno, en cada minuto transcurrido, en cada espera, en cada cambio de planes concedido, y se agota al fijar el encuentro para un futuro, con suerte cercano, aunque nunca presente.
El encuentro luego se dará, seguramente sea agradable, aunque será otro encuentro, el primero, el que surgió de la emoción, ese nunca se habrá dado, ese se habrá perdido.
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